El siguiente texto es parte del material entregado a alumnxs del Curso Integral de Tarot (2014 – 2018) realizado junto a Juliana Malladas
SU NUMERACIÓN Y LAS DISTINTAS VARIANTES DE ACUERDO AL ORDEN DE LOS TRIUNFOS
Quienes comparen un Tarot de Marsella (TdM) con el Rider-Waite-Smith (RWS) o sus descendientes, podrán comprobar que se intercambia el orden de los triunfos La Justicia y La Fuerza. En cada bando existen teóricos que proclaman la tergiversación de una de las dos secuencias, y la veracidad de las posiciones que defienden (podemos citar a Alejandro Jodorowsky y a Daniel Rodés, ambos “restauradores” del TdM y defensores de sus propias ideas respecto al Tarot).
Para encarar esta problemática, debemos dar un vistazo al pasado, a los mazos históricos.
LA NUMERACIÓN EN LAS BARAJAS ANTIGUAS:
Como ya sabemos, el juego de los Triunfos (posteriormente denominado Tarocchi / Tarot, en italiano y francés, respectivamente) conllevaba un aprendizaje moral subyacente, cuya idea principal era la redención del alma del hombre pecaminoso, representado en la baraja por el triunfo de más baja denominación: il Bagatto (o Bagatella, “Charlatán” o “malabarista”, el cual conocemos en la actualidad como El Mago). Cada Triunfo es vencido por otro más alto, por lo que el Bagatto es derrotado ante El Emperador, y éste, a su vez, por la Templanza, y así sucesivamente. Al existir esta idea moral de triunfo de aspectos más elevados sobre condiciones inferiores (que el autor italiano Andrea Vitali asocia al concepto de la Escalera Mística renacentista), se cree que el orden de los Triunfos lejos está de ser aleatorio, sino más bien son el reflejo del trasfondo cultural y moral en donde eran confeccionadas las distintas barajas.
El juego de cartas más antiguo que se emparenta con las imágenes alegóricas actuales es el Visconti – Sforza, repartido entre la Biblioteca Perpont – Morgan en EUA, la colección de la familia Colleoni y la Biblioteca de Bergamo, ambos en Italia. Este mazo, al igual que varios de los otros mazos iluminados contemporáneos, no presenta en sus cartas un orden ni nombre expreso. La ausencia de ordenamiento expreso no significa que no existieran rangos, sino que éstos se daban por sentado entre los jugadores como parte de las reglas del juego, se aprendían mediante la experiencia del juego. Posiblemente esta ausencia de orden expreso fue lo que posibilitó que, al extenderse a otras ciudades y regiones, cambiara el orden de algunos Triunfos, junto con la representación iconográfica de alguno de éstos.
LA NUMERACIÓN MENCIONADA EN DISTINTOS SERMONES CONTRA LOS JUEGOS DE CARTAS:
Durante parte del S. XV y XVI, se ha publicado el orden y los nombres de los Triunfos en distintos sermones contra los juegos de cartas, poemas y sátiras. A continuación, veremos una lista del orden que se menciona en estas fuentes literarias[1]:
Sermones (secunda mitad 1400, anónimo) | Pasquinata (1521, Pietro Aretino) | Triomphi (1534, Troilo Pomeran) | Motti (segunda mitad de 1500, anónimo) |
El Batella | Il Bagatella | Matto | Matto |
Imperatrix | L’imperatrice | Bagatella | Bagatello |
Imperator | L’Imperadore | Imperatrice | L’Imperatrice |
La Papessa | La Bella Papessa | Papessa | La Papessa |
El Papa | Il Papa | Imperatore | L’Imperatore |
La Temperantia | Temperantia | Papa | Il Papa |
L’Amore | L’Amore | Temperanza | l’Amor |
Lo Caro Triumphale | Il Carro | Carro Triomphale | La Giustizia |
La Fortezza | La Fortezza | Amore | Il Carro |
La Rotta | La Ruota di Fortuna | Fortezza | La Fortezza |
El Gobbo | Il Vecchio | Rota | La Ruota |
Lo Impichato | Il Traditore | Tempo | Il Cocchio |
La Morte | La Morte | Traditore | Il Traditore |
El Diavolo | Il Diavolo | Morte | La Morte |
La Sagitta | La Casa | Diavolo | La Temperanza |
La Stella | La Stella | Foco | Il Diavolo |
La Luna | La Luna | Stella | Il Fuoco |
El Sole | Il Sol | Luna | La Stella |
Lo Angelo | L’Angelo | Sole | La Luna |
La Iusticia | La Iusticia | Angelo | Il Sole |
El Mondo | Il Mondo | Giustitia | L’Angelo |
El Matto | Il Matto | Il Mondo | Il Mondo |
Le Carte parlanti (1543, Pietro Aretino) | Trionphi (mitad de 1500, anónimo) | Gioco di Tarocchi (1550, Paolo Giovio) |
Il Matto | Il Matto | Il Matto |
Il Bagatella | Il Bagatino | Il Bagatello |
L’Imperatrice | L’Imperatrice | L’Imperatrice |
La Papessa | L’Imeradore | La Papessa |
Lo Imperatore | La Papessa | L’Imperator |
Il Papa | Il Papa | – |
L’Amore | La Temperanza | – |
La Giustizia | Il Carro | L’Amore |
Il Carro Trionfale | L’Amore | La Giustizia |
La Fortezza | La Fortezza | Il Carro |
La Ruota | La Ruota | La Fortezza |
Il vecchio | Il Gobbo | La Rota di Fortuna |
Il Traditore | Il traditore | Judas |
La Morte | La Morte | La Morte |
La Temperantia | Il Diavolo | La Temperanza |
PLutone | La Casa del Diavolo | Il Diavolo |
La Casa de Plutone | La Stella | La Casa del Danato |
Le Stelle | La Luna | La Stella |
La Luna | Il Sole | La Luna |
Il Sole | L’Agnolo | Il sole |
L’Angelo (le Trombe) | La Justicia | Lo Angelo |
Il Mondo | Il Mondo | Il Mondo |
De los precedentes ejemplos, podemos notar que prácticamente no ha existido un orden fijo de los Triunfos, pero esto sería apenas una observación superficial. Si prestamos atención, existen tres bloques claramente delimitados: del Bagatella al Papa; la Templanza, el Amor, la Justicia, el Carro y la Fortalezza (aunque esta última muestra una constancia como carta previa a la Rueda de Fortuna); y un tercer bloque constante, desde la Rueda hasta el Mundo (o el Loco, según lo ubiquen al inicio o al final). En el primer bloque se dan variaciones en las posiciones de los Emperadores y los Pontifices, pero siempre son variaciones internas (no aparecen en otro bloque), y el segundo se mantiene casi inalterado, solamente lo modifican los saltos que dan las cartas del bloque del medio.
LAS TIPOLOGÍAS DE DUMMETT
En base a lo observado, el autor inglés Michael Dummet, en su libro “The Game of Tarot”, establece tres tipos de ordenamientos:
- Tipo A: en esta categoría, el Triunfo más alto es el Angel (el Juicio), precedido por el Mundo; las tres Virtudes se ubican cercanas entre sí, generalmente sobre alguna carta baja del grupo intermedio (El Amor). El Tarot de Bologna, de Toscana y Sicilia son clasificados aquí.
- Tipo B: en esta categoría, el Mundo es el Triunfo más alto, precedido por la Justicia y el Juicio. Las virtudes (Templanza y Fortaleza) se hallan separadas. Acá suelen ubicar a los Tarots de Ferrara (Alexander Sforza, Ercole D’Este, Rothschild)
- Tipo C: ésta es la categoría que es más conocida, en donde el Mundo es la carta más alta, antecedido por el Juicio; la Templanza se ubica entre la Muerte y el Diablo, la Justicia entre el Carro y el Ermitaño, y la Fuerza entre la Rueda y el Colgado. Este es el ordenamiento que recoge el Tarot Visconti – Sforza, el Marsella y sus derivados, incluidos los Tarots actuales.
Las Virtudes Cardinales son las cartas que saltan entre las ubicaciones y cambian el orden de los segmentos medio y alto de los Triunfos, aunque en el segmento más bajo, como ya vimos, se dan variaciones internas. Por lo que históricamente es difícil de hablar de un solo ordenamiento o una secuencia oficial, tal como algunos autores afirman actualmente.
El TdM recoge una de las variantes, la cual ha sido la más extendida y conocida debida a la popularidad que ha tenido este patrón, el cual ha servido de fuente para los Tarots modernos, incluido el RWS. Si bien entre los argumentos a favor de la numeración “verdadera” del TdM se suele citar que los Tarots italianos son demasiado arcaicos y es difícil tomarlos en cuenta a la hora de analizar el patrón establecido por el Marsella, existe un mazo contemporáneo a éste que ha utilizado un ordenamiento alternativo.
EL TAROT DE JACQUES VIEVILLE
Este mazo oriundo de París, data aproximadamente del año 1650, es contemporáneo a uno de los primeros TdM conocidos: el de Jean Noblet. Estas cartas cuenta con la peculiaridad de que las imágenes están “espejadas”, es decir, las orientaciones de los personajes están a la inversa a la que suele hallarse en los TdM (El Loco camina hacia la izquierda, el Mago mira hacia la derecha, etc.). Además, presenta un ordenamiento distinto:
Los Enamorados (VI) – La Justicia (VII) – El Carro (VIII) – La Fuerza (IX) – La Rueda(X) – El Ermitaño (XI)
Esta es una variante co-existente al patrón del TdM, la cual reafirma la idea de que no es posible referirse la secuencia plasmada en el Marsella como la única o “verdadera”, ni resulta justo atacar al RWS atribuyéndole una supuesta deformación al Tarot, ya sea desde la base iconográfica, ya sea desde la secuencia de los Triunfos.
ARTHUR WAITE: EL CAMBIO DE LAS POSICIONES
En su libro La Clave Pictórica del Tarot (The Pictorical Key of Tarot), Waite, respecto de la variación de las posiciones, solamente se limita a decir lo siguiente:
“Por razones que me satisfacen, esta carta ha sido intercambiada con La Justicia, que usualmente es numerada como ocho. Como la variación no tiene ninguna implicación para el lector, no hay motivos para dar explicaciones”
Arthur Waite, al igual que su ilustradora Pamela Colman Smith, y otros referentes del Tarot de la primera mitad del siglo XX (Aleister Crowley, Frieda Harris, Paul Foster Case, C.C. Zain) pertenecían a la Orden del Alba Dorada (Hermetic Orden of the Golden Dawn). Esta orden hermética acumuló y articuló todo el conocimiento esotérico existente a la fecha, por lo que sus miembros recibían formación en astrología, Kaballah, numerología, alquimia y Tarot (para ver mis publicaciones sobre el tema, clickeá aquí). Dentro de esta Orden, el Tarot representaba el súmmum del conocimiento hermético, recogiendo las doctrinas de Eliphas Levi; cada carta poseía su correspondencia astrológica y kabalística. Levi conectó a cada uno de los 22 Arcanos Mayores con una letra del alfabeto hebreo, lo que a su vez los conectaba con un sendero del Árbol de la Vida. Por otro lado, el Sepher Yetzirah (“Libro de la Creación”, manuscrito del misticismo judío) vincula a cada letra con un signo zodiacal. Bajo este criterio, la octava letra, Teth, se asociaba a Leo. Bajo una visión lógica, la octava posición, asociada a Leo, poco tiene en común con La Justicia, la cual debería estar en la posición 11, lugar que ocupa la letra Lamed, asociada a Libra.
El primero en realizar este ajuste fue Samuel Lidell McGregor Mathers, el Maestre de la GD. Como requisito para ser iniciado, los aspirantes debían crear su propia baraja, basada en las correspondencias establecidas por la Orden. Por lo que no solamente Waite creó su propia baraja, sino todos los integrantes iniciados de la GD lo han hecho, siguiendo las directrices que la Orden establecía para las correspondencias. Por lo que esta variación, en principio, era sólo para uso interno de la Orden, no para los profanos. Aun así, fue Waite quien realiza la primera publicación de este ordenamiento, por lo que es a él a quien se le atribuye el cambio, si bien intelectualmente no fue quien lo estableció (Sobre la Golden Dawn).
LOS TAROTS MODERNOS
Durante la segunda mitad del siglo XX, el Tarot vivirá su segundo momento de esplendor gracias al resurgimiento de la espiritualidad y el misticismo atribuido a la Nueva Era de Acuario (comúnmente llamada “New Age”), en donde EUA será el mayor referente de este movimiento. En dicha época, los derechos del Tarot RWS son adquiridos por US Games y es relanzado en suelo estadounidense, en donde se volverá rápidamente popular y masivo, convirtiéndose en uno de los mayores referentes, no solamente por la accesibilidad que posee al tener ilustraciones en todas sus cartas, sino por el contenido esotérico y simbólico encriptado dentro de sus imágenes. Como el público estadounidense suele sufrir de un pequeño complejo de “centro del mundo”, mayormente sólo llegan a conocer el orden establecido por este mazo, desconociendo que originariamente la Justicia precede a la Fuerza. Debido a su masividad, gran cantidad de autores y artistas han re-versionado al RWS, manteniendo la misma numeración para la Fuerza y la Justicia, por lo que en los últimos 30 años se ha sucedido una creación inigualable de mazos de Tarot que, mayoritariamente, han mantenido el orden de Waite, causando que se naturalice y tome como el “correcto”.
LA JUSTICIA Y LA FUERZA
Habiendo echado un vistazo a los distintos tipos de secuencias que han tenido históricamente el Tarot, ahora vamos a enfocarnos en la relación que poseen estas dos cartas entre sí.
LAS VIRTUDES CARDINALES
Como primer paso, debemos decir que ambas figuras pertenecen a las Virtudes Cardinales: Justicia, Fortaleza, Templanza y Prudencia. Justicia, Fortaleza (Fuerza) y Templanza aparecen entre los Triunfos de forma expresa. Es notoria la ausencia de Prudencia, aunque a esto hay que mencionar que Andrea Vitali y Court de Gebelin hallan a dicha virtud en el Colgado, de manera disfrazada y en sentido negativo (es decir, aludiendo a lo que provoca la ausencia de dicha virtud; incluso, para Gebelin, la imagen “correcta” es la carta al derecho, con el personaje en un solo pie evadiendo a una serpiente, idea que retoma Etteilla en su tarot), mientras que la mayoría de los autores consideran que Prudencia aparece disfrazada bajo el manto del Ermitaño, dado que uno de los significados atribuidos a esta carta es, justamente, prudencia, tal como también lo enuncia Waite en La Clave Pictórica del Tarot.
Por su parte, Robert Place en su libro “Tarot: History, Symbolism and Divination”, propone que no hay que buscar a la Prudencia camuflada en las cartas, sino que ésta se encuentra implícita en todo el juego del Tarot; al fin y al cabo, desde la Edad Media se ha establecido que ésta se alcanza mediante la suma de las tres anteriores. Si hubiera que buscar a la Prudencia camuflada en alguna carta, ésta debería ser El Mundo, dado que muestra la comunión con lo divino, la Sabiduría que es otra forma de llamar a la Prudencia.
Estas Virtudes son definidas como “hábitos que disponen al entendimiento y la voluntad para obrar según la razón iluminada por la fe, para que ésta escoja entre los medios más adecuados al fin espiritual del Hombre”; es decir, son una línea de conducta fundamental para el vivir según los lineamientos de la fe y lograr la salvación. Son actitudes firmes, perfecciones habituales del entendimiento y la voluntad que regulan las acciones, ordenan las pasiones y guían la conducta. Para entenderlo mejor, cuando alguien es “virtuoso” en un área determinada, sabemos que es “bueno”, que posee un conocimiento y destreza poco habitual. Podemos pensar en el caso de una pianista o un actor. En este caso, las Virtudes son el parámetro de excelencia de la condición espiritual humana.
Platón en “La República”, menciona cuatro virtudes humanas: sabiduría, valor, templanza y justicia. Ubica a la justicia como la mayor virtud, por ser la que mantiene unidas las otras tres y por ser la de más difícil práctica. Esta jerarquía de las Virtudes será reinterpretada por los estoicos, quienes pondrán en un lugar de mayor importancia a Prudencia, siendo ésta alcanzada con la integración de las otras tres virtudes: Templanza, Fortaleza y Justicia.
En la Era Cristiana, son San Ambrosio, San Agustin y Santo Tomás de Aquino quienes elaboran la doctrina de las Virtudes Cardinales, añadiendo las Virtudes Teogodales o Cristianas (Fe, Caridad y Esperanza; estas virtudes aparecen en mazos como el Mantegna- Baldini y el Visconti Cary-Yale).
Cada una de las Virtudes es definida de la siguiente forma:
- Prudencia: es la virtud de actuar y comunicarse de forma clara y cautelosa, respetando los sentimientos, las libertades y la vida de los demás. Es la que dispone la razón suficiente para discernir el bien del mal en cada circunstancia y la que ayuda a elegir los medios adecuados para realizarla. Es la Virtud que guía a las demás.
- Justicia: dar al prójimo lo que le es propio, con equidad y respeto a los individuos y al bien común, mediante una voluntad firme y constante
- Templanza: es la moderación de los instintos y deseos que procura un equilibrio en el uso y explotación de los bienes; asegura el dominio de la voluntad sobre las pasiones para que se mantengan dentro de los límites de la honestidad.
- Fortaleza: asegura la firmeza de la voluntad para superar las dificultades y la constancia en la búsqueda del bien, llegando incluso al sacrificio por una buena causa.
Durante la Edad Media y el Renacimiento, dichas Virtudes fueron representadas bajo la forma de mujeres, con distintos atributos alegóricos:
- Prudencia: con un espejo (en varias ocasiones portadora de dos caras), con una cornupia o una serpiente
- Templanza: con dos recipientes de agua mezclándolos (“cortar el vino con agua”, la descripción literal de la moderación), o con un reloj de arena.
- Fortaleza: dominando un animal, junto a un roble o una columna partida
- Justicia: con espada y balanzas.
Como pueden ver, varios de los atributos alegóricos se mantienen presentes en las imágenes de las cartas.
Ramón Lull[2] (1232-1315) da una explicación de la importancia de cada una:
“La primera Virtud en importancia a desarrollar en nosotros es la Fortaleza. ¿Cómo podríamos abordar una empresa de cualquier tipo si no estamos de antemano seguros de completarla? Así que hay que ser fuerte; fuerte contra el mundo, fuerte contra nosotros, fuerte contra nuestros fuertes vicios.
La segunda Virtud a desarrollar es la Prudencia, porque nos enseña a desconfiar del mundo, de nosotros mismos, de las tretas sutiles que nos proporcionan los vicios, nuestros enemigos concientes y sutiles. No hay que verlos a éstos como defectos y reacciones instintivas de nuestra propia carne. Sin duda le sirve como vehículo para canalizar estas reacciones, que son inspiradas por el Espíritu de la Oscuridad que vive en ellas, ya que es el autor y facilitador de éstas (…) y nosotros como un espíritu libre las desafiamos (…) todo se rechaza. Aquí (surge) la Virtud Prudencia.
De la práctica habitual de estas dos Virtudes, la Fortaleza y la Prudencia, nacen respectivamente la Templanza y la Justicia.
Cuando la Fortaleza tiene a salirse de su dominio y desvanece la Prudencia momentáneamente, aparece la Justicia. Ésta es la retribución exacta, el momento donde se recupera el equilibrio tras la reacción perturbadora.
Cuando la Prudencia prevalece sobre la Fortaleza, es donde aparece la Templanza. Ella, también llamada Misericordia, Suavidad, Indulgencia y Perdón, es quien se opone a la rigurosidad de la Justicia, cuya precisión ignora los cambios impulsados por el amor infinitos de los seres entre sí y de Dios para con todos ellos”
Es notorio destacar cómo el orden que sugiere Lulio respecto del desarrollo de cada virtud sigue el orden que se establece en el Tarot RWS: Fuerza, Prudencia (el Ermitaño?), Justicia y Templanza.
LA JUSTICIA Y LA FUERZA: DOS CARAS DE UNA MISMA MONEDA
Para Angeles Arrien, ambas cartas son aspectos de un mismo poder: la Ley. La Fuerza es la Ley Natural, la que todos los seres vivos siguen instintivamente para actuar y sobrevivir en el mundo salvaje. Ninguno de ellos pueden violar esta ley sin verse en peligro de exponerse a la muerte; es la ley del más fuerte, sólo aquel que más desarrollado tenga sus instintos naturales podrá sobrevivir a la continua cacería que significa la vida. Violar la ley de la Naturaleza provoca una desarmonía, una disrupción del orden natural en el que se pone en peligro el hábitat y supervivencia de los seres (esto es lo que sucede cuando se talan selvas y bosques para construir ciudades).
Por otro lado, tenemos la Ley del Hombre: la inclinación cultural, las leyes codificadas; un estándar para medir las acciones objetivamente y permitir la vida en sociedad, cada uno sabiendo los derechos y obligaciones que conlleva la vida social; dicho en otras palabras, los límites a los instintos naturales que perturbarían el orden y la paz comunitaria.
De esta manera, podemos observar que la Fuerza pertenece al mundo indómito e instintivo de la Emperatriz, mientras que la Justicia al orden y civilización del Emperador. Como ya hemos visto, la pareja de Emperadores deben mantener un equilibrio entre sí para que exista armonía y paz. Lo mismo sucede con la Fuerza y la Justicia: cuando las leyes del hombre se dictan para oprimir los instintos naturales o va directamente en contra de la ley natural, se genera una injusticia; nos vemos forzados a ser u hacer algo que naturalmente no está en nuestra naturaleza (reprimir las tendencias sexuales, prohibiciones que impidan el desarrollo de las capacidades o talentos de las personas, restricciones a la libertad de expresión o creencia, etc.). De igual manera, si no existe una posibilidad para que todos posean la oportunidad de sobrevivir y desarrollar sus talentos sin temer el accionar de aquellos que posean más fuerza física o poder, nos mantendríamos en un orden de “ley del más fuerte”; seríamos parte de una cadena alimenticia luchando por sobrevivir continuamente. Entonces, Justicia y Fuerza se llaman a un equilibrio y entendimiento mutuo permanente; tal como ambas cartas sugieren en sus propios términos, debe existir un equilibrio continuo entre fuerzas para que exista armonía.
Siguiente este lineamiento, en las láminas que constituyen el Tarot Rosenwald (perteneciente al Tarot de Bologna o Tipo B de Dummett), ambas cartas que se suceden en orden, llevan la numeración VIII (quizá por error, dado que la siguiente carta es la X, la Rueda de Fortuna). Lo que sugiere, quizá sin demasiado fundamento, que ambas poseen una unión subyacente en sus ideas. Como ya vimos en el texto de Lulio, la Justicia entra en acción cuando la Fuerza (Fortaleza) se sale de sus límites y hace desaparecer la prudencia.
EL SEGUNDO SEPTENARIO: EL VIAJE AL MUNDO DEL INCONSCIENTE
En general, las implicancias de los cambios del orden entre ambas cartas sólo entran en discusión cuando tomamos a los Triunfos como una secuencia que expresa un camino de desarrollo espiritual, tal como antiguamente se creía que lo expresaba mediante el concepto de la Escalera Mïstica (Actualmente simbolizado mediante varias formas, entre ellas el Viaje del Héroe, de Campbell); en sí, si la Justicia ocupa el octavo lugar o el décimo primero, a la hora de una lectura, poco y nada implica para el lector (es acá donde las palabras de Waite cobran sentido). Pero a la hora de enfocar la relación de cada ubicación dentro de un sendero de realización espiritual, conlleva ligeros matices que son interesantes tener en cuenta.
Por motivos de brevedad, sólo usaremos el Triple Septenario, la división más antigua y más extendida, pero también puede utilizarse la explicación analógicamente para otros esquemas divisorios.
LA OCTAVA POSICIÓN: EL INICIO DEL SEGUNDO SEPTENARIO
Luego de abandonar el plano Terrenal o Cotidiano del primer septenario dentro del Carro, nos adentramos hacia otro mundo: el interior, el del Inconsciente. Una vez alcanzado el éxito material y social, nos damos cuenta de que aquí existencia no termina, de que hay algo más; de que todo lo que hemos atravesado debe tener un significado más profundo, de que debe existir una meta más profunda de la que ya hemos obtenido. Por eso dejaremos el mundo de la acción para entrar en el mundo de la no-acción, la receptividad, por lo que el Carro ya no nos será de utilidad y todo lo que suceda a partir de ahora será más sutil y privado.
Acá es cuando la distinción del orden entra en juego: ¿cómo efectuamos este viaje? ¿Mediante una decisión deliberada (la Justicia) o mediante un llamado de nuestro interior (la Fuerza)?
La Justicia nos mostrará que hemos realizado un juicio respecto de lo que hemos obtenido hasta ahora en la vida, por lo que se plantea una problemática consiente: ¿esto es todo? Se pone en la balanza cuánta satisfacción tenemos logrado y si esto es suficiente, o si realmente queremos alcanzar algo más alto. Guiado por esta decisión de buscar un conocimiento o significado más personal y profundo de lo que se ha obtenido hasta ahora y de lo que es la vida, se embarcará hacia su in interior (el Ermitaño) para conocer el significado de las leyes de la Vida, del azar y de su propio interior (la Rueda) para reconocer sus fuerzas interiores (la Fuerza) que le permitan sacrificar todo lo que lo ata al mundo material e impide avanzar en su búsqueda de iluminación (el Colgado) y concretar su transformación (la Muerte) y posterior equilibrio (Templanza).
En cambio, la Fuerza nos mostrará las contradicciones internas que afloran y se nos hace evidentes en nuestro apogeo. ¿Si lo tenemos todo, por qué nos sentimos vacíos, irascibles, melancólicos, como si nos hiciera falta algo más? El león de nuestro interior está rugiendo pidiendo que realicemos nuestras pasiones y no que las ahoguemos en entretenimiento y distracciones, por lo que empezará a manifestarse inconscientemente y, al detectar esto, es que empezaremos a ver en nuestro interior (el Ermitaño) para descubrir cuál es nuestra verdadera naturaleza (la Rueda) y con ese conocimiento podamos tomar la decisión de sacrificar todo lo que impide que nos realicemos de forma profunda (la Justicia y el Colgado), transformándonos en quienes realmente creemos que somos, alcanzando un nuevo equilibrio y paz (la Muerte y la Templanza).
Al respecto, Rachel Pollack dice lo siguiente:
“… la podemos ver como la suma de las cualidades vitales para comenzar la línea. La búsqueda interior no puede ser efectuada por el ego. Es necesario que confrontemos sentimiento y deseo desde hace mucho tiempo fuera de nuestro alcance de nuestros pensamientos conscientes. Si intentamos transformarlos por mediación de un proceso totalmente racional, creamos otra especie de “persona”. Se pierde la espontaneidad, se avergüenzan de sus propias represiones (…) extienden el Carro a otro plano (…) Como 8, la fuerza es un poder que ya no es la fuerza del Ego, sino la fuerza interior de enfrentarse a sí mismo con calma y sin miedo. Tenemos la fuerza para enfrentar los sentimientos, temores, deseos y confusiones suprimidos por el ego en su intento de controlar la vida[4]”
Discrepo con Pollack en cuanto a que efectuar el inicio del segundo Septenario a través de la Justicia implique hacerlo mediante una “máscara” que transporte la superficialidad del Carro a niveles interiores, como si el conocimiento interior se transformara en una meta consiente, un propósito racional. La Justicia no es meramente la “fuerza del Ego”, sino el adoptar una decisión a sabiendas de las repercusiones y la constancia para mantenerla y hacerse responsable lo que provoque. No todos conectan con esta etapa a través de una serie de sucesos inconscientes que lo guíen a este camino interior; sería una generalización bastante superficial dado que existen personas más sensitivas y otras más racionales o lógicas. Jung describe las funciones psíquicas en dos grupos: racionales e irracionales, y a cada grupo le asigna dos funciones: intuición y sentimiento, y pensamiento y sensación. Bajo este panorama, difícilmente podríamos admitir que todos se hacen conscientes de sus contradicciones y de sus deseos de algo más mediante un proceso puramente irracional como lo denota la Fuerza. Hay quienes empiezan a detectar determinados malestares y toman conscientemente la decisión de resolverlos y buscar un “algo más”.
Sea como sea, aquel que tome la decisión de forma deliberada o a través de un acto de fuerza interior que lo guía y arrastre a su interior, en su momento cada uno deberá utilizar a su opuesto complementario.
LA DECIMO PRIMERA POSICIÓN: LA MITAD DEL CAMINO
Acá nos hallamos en la antesala de la decisión más difícil: realizar el sacrificio y dar muerte a nuestro “viejo yo” para continuar el desarrollo espiritual y llegar al tercer Septenario. Entonces nos encontraremos que debemos tomar una decisión que implica hacer uso de nuestra fuerza interior.
Habiendo decidido transitar este camino de forma consciente, nos topamos ahora con la necesidad de vencer nuestras limitaciones racionales y realizar nuestro primer duelo con la Sombra, a través de la Fuerza; pero este duelo es sólo aparente, porque en realidad es un diálogo, en el que el ego debe comprender e integrar los aspectos que hasta ahora mantenía al margen para que le den la fuerza y valentía necesaria para entregarse al sacrificio. Finalmente haremos frente a aquello que nos causaba incomodidad, y debemos encararlo y llegar a un acuerdo: somos nuestro ego y esta parte sombría, y es necesario dejar atrás todas las barreras que interponíamos entre estos dos aspectos si es que queremos llegar más alto en nuestro crecimiento. Debemos sacrificar nuestra “máscara”, nuestra guía meramente racional, dado que ahora nos sumergimos en un mundo cada vez más irracional, imposible de controlar.
En esta posición, la Fuerza se nos presenta como la prueba central de todo el camino: ¿nos paralizamos con el miedo a abandonar nuestras ideas y pensamientos de lo que somos, o nos entregamos en cuerpo y alma a saltar al vacío, siguiendo nuestra pulsión de muerte? La razón intentará revelarse en contra de esto y convencernos de que demos marcha atrás.
En cambio, habiendo seguido nuestros impulsos para adentrarnos en nuestro interior, nos hallaremos frente al momento de hacer un balance y de poner un freno: debemos optar si seguir preso de estas energías que hasta ahora nos han guiado y manipulado, o si queremos trascenderlas y empezar a ver en nuestro interior con la mayor claridad posible. Debemos ahora tomar una decisión: nosotros debemos ser nuestros propios jueces y nuestros propios verdugos, sincerándonos con cada acto y omisión cometida a lo largo de nuestro camino, reconociendo que si no asumidos cada una de las acciones realizadas y consecuencias, nos quedaremos presos en una actitud escapista e irresponsable, donde continuamente evadiremos la culpa consciente por nuestras equivocaciones; donde continuamente estaremos echando la culpa a “algo más” u a algún otro. La Justicia nos pide que el salto lo hagamos a conciencia, que tomemos la decisión de renunciar a quienes éramos y finalmente asumamos el pleno control de nuestro ser, de dejar de ser víctimas de esa fuerza arrasadora que sale desde adentro.
Concluyendo, ambas cartas se complementan y ya sea que iniciemos el camino a través de una forma espontánea o una decisión deliberada, más adelante deberemos integrar el aspecto opuesto. No existe una ubicación “correcta” para una u otra, dado que hemos visto que históricamente las cartas han tenido un orden que ha dependido del entorno social y cultural, y de la cosmovisión de quienes lo establecen. Como todo en el Tarot, la ubicación de ambas cartas corresponden a una toma de decisión y a una coherencia interna dentro de un sistema que haya adoptado a las cartas como herramienta.
FUENTES:
- Rachel Pollack, “78 Grados de Sabiduría del Tarot” vol. 1.
- Mary K. Greer: “Tarot Constellations”, Apéndice “The 8-11 Controversy”
- Robert Place: “Tarot: History, Symbolism and Divination”
- Alejandro Jodorowsky: “La Vía del Tarot”
- Daniel Rodés y Encarna Sanchez: “El Libro de Oro del Tarot de Marsella”
- Arthur E. Waite: “The Pictorial Key of Tarot”
- Samuel L. MacGregor Mathers, “Liber T”
- Hajo Banzhaf: “El Tarot y el Viaje del Héroe”
- Andrea Vitali, ensayos iconográficos, Le Tarot Asociazzione: www.letarot.it
- Walter Boralis, Le Secrets du Tarot: www.secresdutarot.blogspot.com
[1] Los Tarots antiguos tampoco daban nombre expreso a los Triunfos; éstos recién adquieren nominación expresa en el Tarot Anónimo de París. De todas formas, cada Triunfo era conocido por un nombre determinado entre los jugadores, nombres que no necesariamente coinciden con los usados actualmente. En la siguiente lista se presenta la correspondencia de la denominación antigua con la moderna, solamente en los casos cuyos nombres son totalmente diferentes, por lo que cartas como La Bella Papessa (la Papisa) y Temperantia o Imperator se dejarán de lado, dado que conservan la misma denominación (en los casos en cuya denominación mayoritaria difiera con la establecida en el Tarot de Marsella, la primera se pondrá entre paréntesis):
Bagatella/o, Bagatino, Bagatto = Le Bateleur (El Mago); L’Amor(e) = Los Enamorados; Car(r)o Triunphale = el Carro; Fortezza = La Fuerza; La Rotta = La Rueda de Fortuna; El Gobbo, il Vecchio, Tempo, il Cocchio = el Ermitaño; il Traditore, il Impecato, Judas = el Colgado; Pluton(e) = El Diablo; la Sagitta, Foco, il Fuoco, la Casa, la Casa de Pluton(e) = Le Maison Diev (la Torre); Angelo, L’Agnolo, le Trombe = El Juicio; il Matto = el Loco
[2] Fragmentos extraídos del libro “La Chrysopée du Seigneur”, cuyo texto únicamente he hallado en francés.
[4] Rachel Pollack, “78 Grados de Sabiduría del Tarot”, Vol I.